La legitimidad de una nación pasa siempre por remontar su existencia a la Edad Media, donde presumiblemente se sitúa su época dorada nacional. Los estados modernos, nacidos en el siglo XIX, han intentado demostrar su continuidad desde los tiempos medievales para explicar su presencia ininterrumpida, siempre incurriendo en un error diacrónico porque en esos tiempos no existían ni los estados ni las naciones en su concepción actual. Asimismo, el nacionalismo catalán hizo lo propio al defender un pasado nacional y construir un nuevo relato histórico y mitológico, acompañado también de la reconstrucción de elementos arquitectónicos que demostrarán materialmente ese glorioso pasado.
En esa labor reconstructiva, comenzada a finales del siglo XIX, la ciudad de Barcelona fue uno de los principales objetivos. La burguesía catalanista al frente del Ayuntamiento quiso convertir Barcelona en una ciudad cosmopolita y eso pasaba por modernizar su núcleo histórico para que fuera más salubre, más habitable y más seguro. La transformación implicaba la destrucción del trazado urbano medieval, conservado hasta ese momento, con la apertura de nuevas calles como Vía Layetana o la destrucción de su perímetro amurallado para mejorar la comunicación. El objetivo era convertir Barcelona en ciudad de referencia del turismo urbano, pero no sólo eso, sino también reivindicar la identidad catalana a través de los monumentos que, como la mayoría habían sido derrumbados en esa misma reforma urbana, tuvieron que reconstruir haciendo creer a los visitantes que estaban ante verdaderos vestigios de la ciudad.
El falso barrio gótico que actualmente atrae a un sinfín de turistas se creó a principios del siglo XX. Hasta el nombre se inventó, pues anteriormente era conocido como el barrio de la Catedral. En esas reformas urbanas, además de la apertura de Vía Layetana, se terminó la fachada de la catedral que había quedado interrumpida en el siglo XV; se eliminaron las aceras y el tráfico; se reconstruyeron edificios añadiendo elementos neogóticos que imitaban el gótico medieval como los de la calle Montcada; y muchos palacetes en ruinas se convirtieron en monumentos históricos como el palacio de Requesens. Todo ello para garantizar un barrio medieval completo, dándole una falsa apariencia de antigüedad y demostrar así la continuidad histórica.
Estas reformas urbanísticas respondían a una necesidad turística, pero también a la de enseñar al mundo la identidad cultural propia de los catalanes. No es casualidad que los políticos y arquitectos impulsores de las reformas formaran parte del espíritu cultural de la Renaixença que quería devolver a la cultura catalana ese esplendor del pasado que hacía siglos que había perdido. Y tampoco es ninguna casualidad que quisieran recrear el entorno histórico del centro de la ciudad inspirándose justamente en la Edad Media y no en otros tiempos. Sin duda, tanto la reconstrucción histórica como arquitectónica respondían a una misma intencionalidad: construir una historia y un arte nacional, propio, que pudiera demostrar al mundo la antigüedad de la nación catalana.
Muchos arquitectos modernistas con fuertes convicciones nacionalistas ocuparon cargos políticos y promovieron construcciones, intentando buscar un símbolo nacional en el arte. Entre ellos, Puig i Cadafalch, que formaba parte del partido de la Lliga Regionalista y ocupó la presidencia de la Mancomunidad de Cataluña. Sentía una gran añoranza por el pasado medieval catalán: “l’edat mitjana, de la qual només ens aparta un parèntesi que romp la continuïtat de la nostra història, i de la qual ens deriva tot el que el regionalisme enyora”. Su discurso centra en el periodo medieval la plenitud cultural catalana y culpa de su decadencia a su unión con Castilla. Un discípulo suyo, Joaquim Folch i Torres, afirmaba que la reconstrucción monumental era como la reconstrucción de la patria: “hi ha tantes paralelitats entre un edifici i la nació hont s’aixeca que ja quasi en el nostre moviment lo mateix vol dir reconstruir els temples que reconstruir la patria”. Pretenden aglutinar el sentimiento nacional con la arquitectura, de modo que los edificios sirvan también para evocar a la patria.
La recreación de un falso barrio gótico forma parte de ese proyecto decimonónico de crear un nuevo relato histórico, ilustrado por medio de sus monumentos y edificios, que recordara el momento de máximo esplendor de los catalanes. Ese momento es la Edad Media, un tiempo al que ansían regresar, donde creen que podrán volver a vivir en plenitud. Sin embargo, no son más que ensoñaciones camufladas en un argumentario al que le pretenden dar una justificación histórica que, sin duda, debe acompañarse de cierta falsedad para que se pueda adaptar a sus necesidades. Esa obsesión, nacida en el siglo XIX, de remarcar constantemente la diferencia de la identidad nacional ha conseguido viciar el verdadero relato histórico y monumental de nuestro pasado.
Sin embargo, y a pesar de las falsedades y reconstrucciones, el barrio gótico de Barcelona merece una visita porque en él todavía se esconden rincones y elementos que transportan directamente a los tiempos medievales en el que los comerciantes y los artistas enriquecían la ciudad. Como bien describió don Quijote, pasada ya la Edad Media: “Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única”. Así es Barcelona y no es necesario soñarla.
Vera-Cruz Miranda
Doctora en Historia
Si estamos de acuerdo en que el gótico es un estilo propio de la Europa occidental que se desarrolla entre los siglos XII y XV aproximadamente, habremos de convenir que, por ejemplo, el puente de la calle del Obispo que se construye en pleno siglo XX, no es gótico, es falso. Otro tanto cabe decir de la fachada de la catedral, las torres y el Cimborrio. No es sino un intento, con engaño, por parte de los nacionalistas de reclamar un pasado glorioso que resulta, como su arquitectura, falso.
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/72/Barcelona_el_1563%2C_Anthonis_van_den_Wyngaerde.jpg?fbclid=IwAR3UFXYhvoaqbfPue4xDsjSWhyNhIbfmxv6Ufv7ogiVSl55mLT-MSFh3KcQ
El link nos lleva a la Barcelona de 1563, según el pintor van den Wyngaerde. En ese momento todo es gótico o anterior. ¿Dónde ha ido a parar entonces? Teniendo en cuenta que Barcelona es una de ciudades más bombardeadas de Europa nos lo podremos imaginar:
1651 – Durante el sitio de Barcelona al final de la Guerra de los Segadores, un levantamiento contra la presencia de las tropas castellanas en Cataluña para participar en la Guerra de los 30 años, contra el pago de «las quintas» y contra el proyecto de Unión de Armas del entonces ya depuesto conde-duque de Olivares, Barcelona fue bombardeada en varias ocasiones con el fin de acabar con la resistencia de los catalanes.
1697 – Luis José de Borbón, duque de Vendôme, con la flota francesa de Victor-Marie de Estrées, capturó Barcelona en la acción militar más importante de finales de la guerra de los 9 años, anexionando Cataluña en Francia. Los acuerdos del Tratado de Ryswick obligaron a volver todo al status quo anterior de la guerra. El rey francés aceptó la devolución de Cataluña, Luxemburgo y Lorena
1705 – El sitio de Barcelona fue uno de los episodios de la Guerra de Sucesión Española. Los aliados, los partidarios de Carlos de Austria, toman el castillo de Montjuïc y bombardean la ciudad ocupada por las tropas borbónicas. En la primera ocasión cayeron sobre la Ciudad Condal más de 6.000 bombas y en la segunda fue repetidamente bombardeada hasta que finalmente el virrey Velasco aceptó capitular y el archiduque Carlos se hizo con la capital catalana.
1714 – Al final de la Guerra de Sucesión, Restaino Cantelmo-Stuart, duque de Popoli, conquista el convento de los Capuchinos situado en el campo delante de Barcelona e instaló una batería de morteros desde la que se bombardeó indiscriminadamente Barcelona día y noche durante todo el mes con la esperanza de forzar la rendición de la ciudad.
1842 – Barcelona es nuevamente bombardeada, por la artillería instalada en Montjuïc, por lo general Espartero. Un bombardeo que duró casi 13 horas con el objetivo de castigar la revuelta civil de los barceloneses contra la política librecambista del gobierno español.
1843 – Sólo un año después, el entonces gobernador civil de la ciudad, Delgado volvió a utilizar la artillería contra Barcelona contra los milicianos obreros en paro forzoso y con el beneplácito de la burguesía catalana.
1909 – Durante la Semana Trágica, en 1909, la revuelta contra las quintas para la guerra de Marruecos convirtió Barcelona en el objetivo de la artillería militar contra las barricadas de los insurgentes.
1934 – Las tropas militares comandadas por el general Batet, dispararon un obús contra el edificio de la Generalitat después de que Companys declarara la República Catalana.
1938 – Barcelona fue bombardeada a lo largo de toda la Guerra Civil, pero los bombardeos de los días 17, 18, 19 y 20 de marzo de 1938 fueron muy especiales. La táctica habitual era atacar con el mayor número disponible de aviones y lanzar todas las bombas en un lugar y un momento determinados para producir un efecto más contundente, la mayoría de las bombas cayeron en el centro de la ciudad, siendo zonas muy afectadas las Ramblas, la Diagonal y la Plaza de Cataluña.
En todos estos casos las construcciones políticas o religiosas se reconstruyeron en la medida de lo posible, pero las civiles no, éstas se levantaron de nuevo o se reconstruyó encima, a lo largo de las diferentes épocas, cada vez que fue necesario, creando una mezcla de caótica estilos.
Y a todo esto hay que sumar primero, el hacinamiento que sufrió Barcelona en conservar las murallas hasta el 1859, prohibiendo por otro lado construir fuera, al ser considerada encarta una plaza fuerte, lo que provocó el derribo de construcciones como el Palacio real menor para construir viviendas de alquiler o el convento de San Francisco, aparte de muchos otros para conseguir terrenos para construcción.
Y una vez derruidas las murallas, la apertura de la Via Laietana de 1908 a 1958, en cuanto se perdieron lugares como el palacio del Marqués de Monistrol, el palacio del Marqués de Sentmenat (cuyo Martorell salvó un ventanal que utilizará en la restauración de la casa de los Canónigos) o los conventos de San Sebastián y el de San Juan de Jerusalén, que guardaba la tumba de Pau Claris.
Algunos, sin embargo, se salvaron al ser trasladados a otro lugar. Este es el caso de la Casa Padellàs del siglo XV/XVI, emplazada en la calle de Mercaderes, a la altura de donde está Fomento del Trabajo, y trasladada en 1931 al actual emplazamiento en la plaza del Rey, donde aloja el Museo de Historia de Barcelona. Otro ejemplo de edificio rescatado fue la fachada barroca de la iglesia de Santa Marta, obra de 1737-1747, proyectada por Miguel Bover y esculpida por Carles Grau. Era en el arroyo de San Juan y Montaner la desmontó y la reconstruyó en uno de los pabellones del Hospital de Sant Pau, que construía en 1911.
No se trata de hablar de si es gótico o no gótico, por supuesto que lo es, y por lo tanto la discusión es absolutamente estúpida, se trata de saber que queda del gótico (que aún queda), y en qué estado se encuentra.
Absolutamente estúpidas son tus razones -por llamarlas algo- para considerar un pastiche del SXX como gótico real. Da vergüenza ajena leer tu retahíla de tonterías.