¿Legitimidad histórica? y la falsa Generalitat

En la democracia actual el poder está legitimado por las urnas; sin embargo, en Cataluña, desde el discurso oficial nacionalista parece que vivamos en otras épocas, pues su obsesión es buscar esa legitimación a través de la historia. Según estas tesis, las centurias son las que deberían reconocernos nuestros derechos, basándose en la tradición y en la antigüedad histórica. Estas prácticas recuerdan a los antiguos monarcas, cuyos derechos al trono provenían únicamente de la antigüedad de su linaje lo que les otorgaba el derecho divino.

Las teorías nacionalistas, avaladas evidentemente por la Generalitat de Catalunya, en esa reconstrucción de la historia que sufrimos, basan su legitimación en la fuerza del pasado. Como son argumentos totalmente caducos, en algunos casos es indispensable tergiversar la historia para que responda a sus necesidades. Un claro ejemplo de esta adecuación la pudimos escuchar en el último pleno de investidura del parlamento catalán, donde durante escasos minutos se hizo referencia a la historia medieval catalana. El presidente de la Generalitat entrante, Carles Puigdemont, exalcalde de la ciudad de Gerona, quiso remarcar la importancia de su provincia y el papel de sus gentes en algunos episodios de la historia. Por este motivo, adquirió protagonismo Berenguer de Cruïlles, obispo de Gerona entre los años 1349 y 1362, ya que, según las tesis nacionalistas, se trata del primer presidente de la Generalitat, remontando así este título al siglo XIV.

La razón de esta nueva obsesión por numerar a los presidentes catalanes es bastante reciente, del año 2003, cuando se publicó una obra, Historia de la Generalitat de Catalunya i els seus presidents, donde aparecía un listado de los presidentes de la Generalitat de Catalunya, evidentemente financiada por la misma institución. La intención era que fuera muy divulgativa, y para ser más comprensible dejaron un poco de lado el rigor histórico y llamaron a todos los diputados “presidents” de la Generalitat.

Sin embargo, cuando uno conoce realmente la historia medieval catalana, se encuentra con que las cosas no fueron del todo como desde el discurso oficial se afirma. Efectivamente, el nacimiento de la Diputación del General, así era como se llamaba en la Edad Media a la Generalitat, se determina en el año 1359 en las Cortes de Cervera. Fue en ese momento cuando su funcionamiento comenzó a ser continuado. Su misión era encargarse de recoger y administrar el donativo de las Cortes destinado al monarca, quien en esos momentos lo necesitaba para financiar la guerra en Castilla. En esa primera época se nombraron doce personas pertenecientes a los cuatro brazos que representaban a la sociedad. Los elegidos se llamaban diputados y entre los eclesiásticos se encontraba el obispo de Gerona, Bernat de Cruïlles, quien por ostentar dicho título, y siguiendo la jerarquía protocolaría, se colocaba por encima de los demás, pero no por tener mayores funciones. En la Edad Media ni existía el cargo de presidente ni la institución se asemejaba a la actual.

La misión de este listado era demostrar el derecho del presidente catalán a ejercer su poder en Cataluña gracias a su herencia histórica a través de su entronque con la Edad Media. Y la la lista ha cumplido y cumple sus objetivos. El primero en estrenarla fue el presidente Mas, quien se nombró orgulloso 129 presidente de la Generalitat. Con estas tres cifras se sentía legitimado por la historia para atribuirse mayores competencias de las que le correspondían como presidente autonómico. Y lo utilizó como argumento para afirmar que la legitimidad de la Generalitat provenía de la Edad Media y no de la Constitución de 1978. Sin duda, los delirios de grandeza en un presidente de una región española resultan preocupantes porque le llevan a realizar afirmaciones desacordes con la realidad.
Por diversos motivos estos argumentos son anacrónicos en los tiempos actuales. En un estado democrático como España resulta inconcebible buscar la legitimidad en otras épocas, pues es la Constitución Española la que otorga la potestad a todos los presidentes autonómicos. La búsqueda de los derechos en el pasado es propia de otros tiempos, cuando el poder no era ni democrático ni constitucional. Por tanto, no deberíamos aceptar estas tesis creadas en las instituciones catalanas porque son incompatibles con los derechos de los estados democráticos del siglo XXI.

Vera-Cruz Miranda
Doctora en Historia

Berenjenas

Berenjenas. Libro de Sent Soví, año 1324 (cap. XXXVI)

Si quieres hacer berenjenas, ponlas a hervir con sal y con agua, una vez cortadas en tres o cuatro partes de arriba abajo. Y cuando lleven mucho rato hirviendo, sácalas, y las que veas que no están bien hervidas, córtalas y aplástalas bien entre dos platos de madera. Y luego coge las que estén más cocidas, junto con cebollas, perejil, menta y mejorana, y trocéalo todo junto en un tajador; y añádele huevos y queso rallado. Después toma pasas y ajos cocidos. Májalo todo junto y sazónalo con buenas especias. Luego rellena las berenjenas con la pasta y prepara una cebolla. Y ponlas al fondo de la cazuela, con el cabo gordo de la berenjena para abajo y el rabo para arriba. Toma leche de almendras hecha con un buen caldo, un poco de aceite y un poco de grasa, y échaselo por encima; y ponlo al horno.

¡Maldito Molino!

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Si quisiéramos hacer una ucronía de la Guerra de Sucesión en Cataluña y nos pusiéramos a rastrear cual sería el punto de divergencia ideal para cambiarlo y reconstruir un relato imaginado, nos sorprendería lo poco heroico del tal evento.

El hecho, el factor desencadenante bien podría fecharse en el 27 de agosto de 1703. Ese día, el ayuntamiento de Manlleu compró la facultad de construir molinos rompiendo con el monopolio de Josep de Regàs que por aquel entonces poseía los dos únicos molinos del pueblo. Como era de esperar Regàs no se quedo con los brazos cruzados e intentó defender sus intereses en los tribunales ante la evidente oposición de buena parte de los manlleuenses.

Al poco tiempo se fueron articulando dos bandos, uno formado por las familias Regás y Cortada, con fuertes lazos familiares con otras familias influyentes de Vic y el otro por los Erm y los Vila, que se posicionaron al lado de los intereses del municipio. Una trifulca durante un partido de pelota pocos meses después entre miembros de las cuatro familias enrareció aún más el ambiente, pasando a mayores cuando poco después murió asesinado uno de los criados de Regàs.

Lenta, pero inexorablemente se fueron formando dos fuerzas bandoleras similares a las que actuaron en el Principado durante el siglo XVII. Con la comarca de Vic en armas, el virrey Velasco no supo o no pudo contener ambos bandos perdiendo el control sobre el orden público.

A medida que pasaban los días, la situación fue empeorando. El 17 de marzo de 1705 los de Manlleu atacaron las posesiones de Regàs, que contraatacó con fuerzas llegadas de Vic reunidas por parientes y amigos (unos 600) llegando a atacar el pueblo.
Pese a los intentos de mediación para que ambos contendientes llegaran a un acuerdo, la situación en los llanos de Vic era explosiva, y los intentos del Virrey Velasco de llamar a Barcelona a los nobles involucrados para imponer la ley, solo consiguieron empeorar la situación dando un giro inesperado a un tumulto que se había iniciado por un asunto tan banal.

Temerosos de ser encarcelados, y lo que es peor, aterrados ante la posibilidad de ver sus bienes incautados, los nobles “vigatans” decidieron salvar sus haciendas poniéndose bajo el yugo del candidato austriaco. De cómo una reyerta bandolera entre oligarcas acabó facilitando el “levantamiento” austracista de 1705 en Cataluña es otra historia que no tiene desperdicio.

Como es lógico, el relato romántico de unos hechos tan trascendentales para la historia de Cataluña y la cruda realidad pasada distan hasta tal punto, que se hace imprescindible la difusión de un relato histórico renovado. Una historia de la Guerra de Sucesión alejada de intoxicaciones ideológicas, exenta de maniqueísmos, liberada de presentismos y por el contrario; orientada al conocimiento y explicación de nuestra realidad pasado sea cual fuere, guste o no guste, con el objetivo de entender el pasado y no en construir el futuro.

Oscar Udeda
Doctor en Historia

Olvidando 1640

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Resulta sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta los fastos del pasado Tricentenario de 1714, como una guerra de sucesión dinástica ha pasado a constituir el hecho histórico de referencia para el independentismo catalán, cuando realmente sí existió una guerra de la “independencia” catalana a mediados del siglo XVII. Es lógico preguntarse pues, porqué la diada es el 11 de septiembre y no el 7 de junio, siendo a priori esta ultima fecha más acorde con el proyecto secesionista… ¿o tal vez no?

El levantamiento del 7 de junio de 1640 pasaría a la historia como el Corpus de Sangre. Los segadores concentrados en Barcelona se levantaron en armas pasando a cuchillo a todo representante de la corona que pudieron encontrar, incluyendo al virrey Conde de Santa Coloma. Sin necesidad de interpretaciones forzadas, los paralelismos entre aquella crisis catalana y la actual son evidentes: Una crisis institucional que se arrastraba por décadas entre el Estado representado por el Conde-Duque de Olivares y las instituciones catalanas y que acabó estallando en el contexto de una grave crisis económica y social. Sin duda las similitudes son indudables pero entonces ¿Por qué correr un tupido velo sobre la “Guerra dels Segadors”? La respuesta es sencilla; porque la aventura secesionista de 1640 no pudo salir peor.

Como decíamos, las instituciones catalanas y el Conde-Duque llevaban dos décadas a la greña. El Principado se negaba a participar en la Unión de Armas, ya que contravenía las leyes catalanas que impedían participar en operaciones militares fuera de sus fronteras (Princeps Namque), obligaba a la movilización militar y además, costaba una fortuna. Las malogradas e inacabadas Cortes de 1626 y 1632 tampoco ayudaron a mejorar el clima de tensión entre ambos poderes. Por un lado, la monarquía necesitaba recursos extras ante la cada vez más extenuada Castilla y por el otro, la oligarquía catalana no quería involucrarse en las guerras de la Corona.

Este tira y afloja continuó hasta el estallido de la guerra Franco-española en 1635. El Principado pasó a convertirse en línea de frente, pero ante la relativa calma del mismo la implicación en el esfuerzo bélico continuó siendo casi nula. Con el fin de forzar la situación, en 1637 Olivares decidió atacar la pequeña fortaleza francesa de Leucata justo en la frontera del Rosellón. Esta vez sí se movilizaron tropas catalanas que participaron en una campaña desastrosa que acabó en retirada. Dos años después los franceses contraatacaron tomando la fortaleza de Salces en el Rosellón y ya a esas alturas, la movilización militar era generalizada y los alojamientos en el norte de Cataluña cada vez más onerosos con una población fuertemente armada que no estaba acostumbrada a padecer los excesos militares típicos de los ejércitos de aquella época.

Los incidentes entre campesinos y soldados no tardaron en aparecer, mezclándose las algaradas del frente con los tumultos que estallaron en Barcelona protagonizados por segadores que hacía días que se reunían en la capital buscando trabajo sin éxito. El 7 de junio el orden público desapareció y las calles de Barcelona se tiñeron de sangre amenazando no solo a la Corona, sino a todo signo de poder. Poco a poco las autoridades catalanas lideradas por el diputado eclesiástico de la Generalitat Pau Claris aprovecharon la coyuntura para romper con el rey y de paso intentar canalizar la frustración de los sublevados únicamente hacia el Estado.

Muy pronto fueron conscientes que un Principado revuelto y sin ejército que mereciera de ese nombre no era rival para los tercios y los contactos con Francia no tardaron en llegar. Al Cardenal Richelieu le venía de perlas alejar hasta el Ebro su frente sur contra España, pero tampoco estaba dispuesto a meterse en el avispero catalán sin las suficientes garantías.

El 17 de enero de 1641, la Junta de Brazos (Cortes sin rey) declaró la Republica Catalana que no llegó ni siquiera a organizarse, ya que una semana más tarde, el 23 de enero, se nombró conde de Barcelona al Borbón Luis XIII de Francia. El motivo era muy sencillo. Los franceses no iban a involucrarse a no ser que Catalunya pasara a soberanía del rey francés. Con los tercios del Marqués de los Vélez a las puertas de la capital, Claris convenció al resto de sublevados que el único camino era someterse a las exigencias galas. Tres días más tarde De los Vélez sería derrotado por una coalición de catalanes y franceses en Montjuic. La ofensiva fracasó y empezó una guerra que duraría dos décadas.

A partir del desastre de Montjuic y sobre todo, después de la derrota del Marqués de Leganés en Quatre Pilans (Lleida, 1642), la política de Felipe IV varió, poniéndose en marcha un modelo que le llevaría finalmente a la recuperación del Principado, participando personalmente en la resolución del conflicto desplazando la Corte al frente. No se veía un rey español frente a sus tropas desde San Quintín en 1557.

La nueva política se sustentó en dos pilares: por un lado usó la fuerza mediante un ejército relativamente pequeño pero mejor preparado y financiado que la media del reino con el fin de evitar excesos con la población civil y por el otro, puso en práctica una política de perdón general, un perdón que excluyó a los instigadores de la secesión, pero que garantizó la conservación del sistema político catalán si se volvía al orden.

La primera prueba de fuego de la nueva política felipista tuvo lugar en 1644, cuando los tercios recuperaron Lérida. El rey hizo una entrada triunfal bajo palio portado por los cuatro paeres (concejales) de la ciudad como mandaba el protocolo, celebrando corridas de toros y fuegos artificiales. Antes de la toma de la ciudad, la Paeria (gobierno municipal) se alzó en armas contra los franceses hartos de los continuos abusos de la soldadesca y de sus mandos. No es de extrañar entonces, que cuando el rey Felipe entró en la ciudad frente a sus tropas lo hiciera como libertador, jurando en la Seu Vella respetar los Privilegios de la ciudad y las Constituciones (Fueros) de Cataluña.

La coronela o regimiento de la ciudad de Lérida luchó a partir de entonces codo con codo con los tercios acantonados en la ciudad, repeliendo dos asedios franceses. Uno en 1646 con una modesta participación del Batallón catalán levantado por los sublevados, y otro en 1647 dirigido por el Príncipe de Condé, que recibiría un varapalo considerable después de su ininterrumpida cadena de éxitos tras la batalla de Rocroi cuatro años antes.

Lo vivido en Lérida se repetiría en Barcelona en 1652: capitulación, perdón, obediencia y fueros. Finalmente, el conflicto acabó en 1659 con la firma del Tratado de los Pirineos que supuso la pérdida del Rosellón, dejando un Principado devastado y amputado.

No cabe duda que la aventura de 1640 supone un mal precedente para el llamado “procés”, que a algunos conviene enterrar en el olvido, no sólo porque fue rematadamente mal, sino porque marca el camino para la solución del conflicto cuando ya son demasiados los que se nutren de él.

El síndrome de Pau Casals

El síndrome de Pau Casals

El motivo que me inclinó a levantarme del asiento, y abalanzarme sobre mi ordenador para escribir este artículo, fue la lectura y visionado de la página la página oficial del tricentenario del 1714 http://tricentenari.bcn.cat/es/node/11. En ella, de forma metódica, se trasmite una explicación cuanto menos partidista de la realidad catalana de 1714. A mi humilde entender, se trata de una plataforma de comunicación que de manera ingeniosa trasmite una visión idílica y pseudo-democrática de nuestra realidad pasada, con una clara intencionalidad política y reivindicativa inmersa en el marco secesionista en boga en los últimos años.

La fórmula utilizada no es nueva. Uno de los pilares fundamentales de la historiografía nacionalista tradicional, es la supuesta existencia de una proto-democracia catalana en pleno periodo feudal.

El lema de la campaña “Viure Lliure” no deja de ser un ejemplo claro de ese uso intencionado de las palabras. Su origen está en la bandera negra alzada por los defensores de Cardona en la que se podía leer “Viurem Lliures o morirem”. La bandera negra, lemas aparte, significaba que la plaza no pedía ni concedía cuartel. Es decir, que estaba decidida a luchar hasta el final. Esa no fue la única bandera negra alzada tras la resolución de “Guerra a Ultranza” decretada por la Junta de Brazos de 1713. En Montjuic, se izó otra con la leyenda “Morts o els nostres privilegis conservats”.

Dado el origen eminentemente belicoso del lema escogido, resulta interesante el giro interpretativo que se le da a la hora de enfocarlo a la opinión pública, así como la eliminación del incomodo término “privilegis” que tanto importó a la oligarquía barcelonesa de 1713-14 y que parece no servir a los intereses de la campaña orquestada por la Generalitat y por el Ayuntamiento de Barcelona.

Basta visionar el video promocional para ver como se le cambia el sentido, preguntando a la gente sobre sensaciones que nada tienen que ver con lo sucedido hace 300 años, pero que trasmiten valores positivos como la libertad, interrelacionándola indirectamente con la perdida de los fueros en 1714.

La elección cuidadosa de las palabras a la hora de trasmitir una imagen idealizada de nuestro pasado va por los mismos derroteros. En el mismo contexto, pudimos ver por Barcelona grandes lonas que cubrían edificios enteros con la carátula de las Constituciones de 1702 o con el lema “Viure Lliure”. Palabras como “Constitucions, Parlament, Braç popular o Llibertats, son usadas con profusión en detrimento de otras como Usatges, Privilegis, Insaculació o Estament. Que aunque forman parte de una misma realidad, podría alejar al perceptor de la idea de pasado democrático que se pretende trasmitir. Los Usatges pueden recordar a los Malos Usos que llevaron al campo catalán a revelarse contra las leyes feudales más duras en las Guerras Remença durante la segunda mitad del siglo XV. Privilegios es un término poco agraciado que recuerda en demasía las ventajas de sangre de la nobleza durante el Antiguo Régimen. La Insaculación, pese a ser el asunto que mayores discusiones provocaron durante las Cortes de 1702 se deja de lado, ya que la elección por sorteo y limitada de los principales cargos públicos, puede alejarse de la idea liberal que se nos pretende trasmitir. Finalmente Estamento, al igual que Privilegio, puede inducir hasta al profano que se está hablando de feudalismo en estado puro. Sea cual fuere el motivo, estos términos pasan a ser non gratos para la causa, potenciándose otros que suenan mejor al oyente del siglo XXI. Para otro artículo quedará el juego de la palabra y la imagen, perfectamente cuidado a la hora de transmitir un vínculo entre pasado y presente en la campaña “Viure Lliure”.

 

La revolta Remenca. Museu de Historia de Cataluña

En definitiva una de las características de parte de la historiografía nacionalista catalana, ha sido la de crear un marco mental donde el común de los catalanes perciba que en su pasado como pueblo, éramos una nación cuyo paso firme hacia la democracia y la opulencia se vio truncado por injerencias exteriores. Léase España y Francia.

Un ejemplo contundente del éxito de esta política la tenemos en el memorable discurso que Pau Casals pronunció en la ONU. Hombre culto, magnifico violoncelista, universal y viajado como pocos; cayó en una serie de errores de interpretación histórica monumentales.

El 24 de octubre de 1971, en la Sede de las Naciones Unidas, al lado del Secretario General U-Tang, Pau Casals declamó uno de los discursos más emotivos que se han pronunciado en dicha sala. Ya muy anciano, de aspecto cansado y profundamente emocionado, trasmitió con credibilidad el mensaje que quiso universalizar. No hay duda que Pau Casals creía hasta las últimas palabras que pronunció. No se vislumbra en él deseo de confundir ni de mentir. Duró casi dos minutos, y en tan corto espacio de tiempo, explicó al mundo lo que fue Cataluña y su aportación decisiva a la democracia y a la paz mundial. Dijo así:

Dejadme que os diga una cosa.
Soy un catalán
Actualmente una provincia de España
Pero, ¿qué fue Cataluña?
Cataluña fue la nación más grande del Mundo
Os diré porqué.
Cataluña tuvo el primer Parlamento, mucho antes que Inglaterra.
Cataluña acogió los inicios de las Naciones Unidas.
Todas las autoridades de Cataluña del siglo XI, se encontraron en una ciudad de Francia que entonces era catalana. Para hablar de Paz.
¡en el siglo XI!
Paz en el mundo y en contra de las guerras
Eso era Cataluña…
Estoy tan contento, tan emocionado de estar aquí con vosotros.

En ese momento se emocionó y abrazo al Secretario General U-Tang entre los aplausos del público. Magnifico discurso, aunque históricamente hablando, ni remotamente parecido a la verdad.

http://www.youtube.com/watch?v=5JZWfGf8wD4

Dejando las presentaciones a un lado, en cuanto Pau Casals empieza a hablar de Historia, empiezan las incorrecciones. La primera va en doble sentido. Independientemente que el primer Parlamento del que se tiene constancia tuvo lugar en León en 1188, 

26 años antes que el celebrado en la Suda de Lérida en 1214, el mensaje que se quiere transmitir es que hace 800 años en Cataluña ya teníamos Parlamento. Cuando difundes una idea fuerza como esta y en la ONU, el mensaje que le llegará al común de los mortales es que, si tenían parlamento, era una democracia.

Por un lado, Cataluña, para lo bueno y para lo malo, no ha estado nunca alejada del resto de Europa. El citado Parlamento, Cortes si hemos de ser precisos, al igual que el resto de las monarquías europeas de la época estaba formado por tres grupos, el eclesiástico, el nobiliario y por las oligarquías ciudadanas. Es decir, por una minúscula elite feudal. Lejísimos de la idea liberal-democrática que se pretende transmitir. De hecho, la larga historia de las Cortes catalanas y de sus leyes, nació y se truncó en el marco de una sociedad de Antiguo Régimen, con leyes feudales, con sus estamentos, privilegios y soberanía limitada por derechos de sangre.

Por otro lado, el presentar a Catalunya como madre de la presente ONU rebasa todos los límites de la imaginación y de la errónea interpretación de la Historia. Cuando habla de esta reunión por la paz en el siglo XI, Pau Casals, se refiere a las asambleas de “Pau i treva de Déu”,  celebradas a partir de la de Toluges 1027 e impulsadas por el Abad Oliva. Dicha iniciativa de la iglesia, muy común en la Europa de aquellos años, venía enmarcada en plena revolución feudal y en un clima de inusitada violencia y falta de poder condal. El absoluto terror reinante en aquel periodo, provocado por una nobleza muy agresiva, impulso a la iglesia a buscar un acuerdo de mínimos que sobre todo garantizase la seguridad de sus bienes, y de paso, otorgase al campesinado local, cierta protección. Este primer paso, al que el compositor hace referencia, se limitó al condado de Rosellón, y a la diócesis de Elna, pactándose una tregua los sábados y lunes para respetar el precepto dominical y la prohibición del robo de bienes de la iglesia so pena de excomunión. De ahí, a ser los padres de la Organización de las Naciones Unidas, va un trecho, y este supuesto pacifismo innato en los catalanes, surgió precisamente por lo contrario, insistiendo como no, que tanto los excesos de la violencia feudal, como los intentos de la iglesia por contenerla fueron comunes en toda Europa durante aquellos años.

Sin extenderme más, vemos como la difusión de un pasado virtual politizado en exceso cala aún en mentes preclaras. El uso de palabras de uso cotidiano que hoy se refieren a instituciones democráticas, hace sólo trescientos años tenían un significado completamente diferente. Cataluña no tuvo el primer Parlamento de Europa, ni cuando lo tuvo era ni lejanamente democrático. La paz y tregua de Dios no fue ni remotamente el origen de la Sociedad de Naciones y de la Paz mundial. En definitiva, la Cataluña del siglo XI no fue ni más ni menos que cualquier otro conglomerado de feudos independientes típico de una de las eras más oscuras de occidente.

Oscar Uceda Márquez
Doctor en Historia

Periódicos Católico-Monárquicos (1868-1876)

Al hablar de la prensa católica necesariamente tenemos que referirnos a los periódicos publicados bajo los auspicios del Carlismo. El trilema Dios, Patria y Rey define perfectamente lo que ha significado la prensa carlista no ya sólo en la propagación de una doctrina política, sino en la divulgación y en la defensa de la fe católica. Como dijo Carlos VII: Se pude ser católico sin ser carlista, pero no se puede ser carlista sin ser católico. Es por esta premisa que la prensa carlista ha sido un referente para todos los católicos.
Su evolución se enmarca en la propia transformación del Carlismo como partido político. Así pues, si en un primer momento el número de publicaciones es escaso, alcanza su cenit durante el reinado de Carlos VII. Tenemos que tener en cuenta una cosa. El apogeo de publicaciones está intrínsecamente ligado con la significación del Carlismo en la sociedad española. Por poner un ejemplo, en un periodo oscuro, como fue el reinado de don Juan de Borbón y de Braganza, la aparición de periódicos fue irrisoria. Teniendo en cuenta esto, contabilicemos el número de periódicos aparecidos desde 1833 a 1936. Durante el reinado de Carlos V se publicaron 8 periódicos; en el de Carlos VI se publicaron 29 periódicos; en el de Juan III se publicaron 19; en el de Carlos VII se publicaron 550 periódicos; en el de Jaime I se publicaron 162 periódicos; y en el de Alfonso Carlos I se publicaron 38 periódicos. En total 806 publicaciones.

Nuestra investigación se ha centrado en el periodo comprendido entre 1868 a 1876. ¿Por qué éste período? Es una época de gran cambio no sólo por lo que respecta al Carlismo sino a la historia de España. Vayamos por partes.

A la muerte de Carlos VI, conde de Montemolín, 1861, lo sucedió en el trono carlista su hermano, don Juan de Borbón y de Braganza. Durante su reinado el Carlismo vivió uno de los periodos más oscuros y confusos. Fue la Princesa de Beira la que lo reactivó gracias a la publicación de Mi carta a los españoles, 1864, en la que aclamó por primera vez a Carlos VII frente a las frivolidades liberales de don Juan. Ahora bien, no es hasta 1868 cuando don Juan renunció a todos sus derechos a favor de su hijo. Esta renuncia supuso un cambio. Éste cambio se puso de manifiesto en la reactivación que experimentó el Carlismo. Dos fechas confirman esta reactivación: 8 de diciembre de 1870 y 2 mayo de 1872. La primera corresponde a la Asamblea de Vevey y, la segunda corresponde a la entrada de Carlos VII en España y el posterior alzamiento que desencadenó en la III Guerra Carlista.
Por lo que respecta a la historia de España, en septiembre de 1868 se produce un cambio político. Isabel II es destronada y expulsada. A partir de ese momento España vivió una República, el reinado de Amadeo de Saboya y la restauración borbónica en la figura de Alfonso XII.

Es por esto que hemos escogido éste periodo. Si España había apostado por Isabel II en 1833 ahora, en 1868, se dio cuenta del error cometido. Desde 1868 a 1874 se produce una transición política que no logra salir de un profundo atolladero hasta la restauración borbónica. Por su parte, el Carlismo salió de un periodo baldío, se reactivo y, como en 1833, volvió a tomar las armas para luchar por su Rey.

Para realizar éste artículo hemos utilizado dos fuentes: el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874 y la Bibliografía del siglo XIX de Jaime del Burgo. En el Almanaque de el Nuevo Pelayo se incluye una sección dedicada a los periódicos católico-monárquicos. En ella podemos leer: Si alguna prueba hay fehaciente del gran incremento que el partido católico-monárquico-legitimista ha tenido desde que por D. Juan Bta. Topete, en la bahía de Cádiz y a bordo de la fragata Zaragoza, se llevó a cabo la Setembrina, ninguna mejor que el gran número de periódicos, que desde la indicada fecha, han visto sucesivamente la luz, y sostenido en sus columnas con maestría y victoriosamente el estandarte de redención, en cuyos pliegues se leen los lemas santos de Dios, Patria y Rey, símbolo de nuestra pasada grandeza y nuestras más preciadas glorias, y que inhiesto sostiene el legítimo representante de ese gran Partido, Señor Duque de Madrid. La obra de Jaime del Burgo nos ha ayudado para completar los periódicos no referenciados en el Almanaque y para describirlos.

En total se publicaron 218 periódicos. Por años indicar que en 1868 se publicaron 29; en 1869 se publicaron 50; en 1870 se publicaron 58; en 1871 se publicaron 18; en 1872 se publicaron 7; en 1873 se publicaron 9; en 1874 se publicaron 2; en 1875 se publicaron 2; y en 1876 se publicó 1. Esto da un total de 176 periódicos. El resto, esto es 41 periódicos, si bien son nombrados por el Almanaque de El Nuevo Pelayo, no son anotados por Jaime del Burgo.

Por lo que respecta a los títulos de los periódicos los nombres se repiten, en su mayoría, aunque introducen cambios. Por ejemplo, bajo el título de La Juventud Católica aparecieron 9 periódicos. El segundo título más repetido es La Verdad. Bajo el epígrafe de La Voz se publicaron periódicos que introducían variaciones con las palabras: Patria, España, Patriotismo, Católica, Pueblo. Lo mismo ocurre con La Bandera que se varió con: Carlista, Castellana, Alcoraz, Blanca. Otros títulos utilizados con reiteración fueron: El Legitimista, La Tradición, Monarquía Tradicional o Católica. No es hasta después de la guerra cuando se publicaron títulos significativos y ligados a lugares, símbolos o nombres del Carlismo -casos como El Estandarte Real, Loredán, El Cruzado, Venecia, Zumalacárregui- ahora bien, las cabeceras no variarían demasiado de un periodo a otro.

A continuación relacionaremos estos 218 periódicos estructurados por la ciudad donde fueron publicados:
Álava: El Escudo Católico. Periódico carlista que empezó a publicarse en enero de 1870.

Alcoy: El Parte Diario. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Alicante: La Juventud Católica. Periódico carlista que empezó a publicarse en diciembre de 1870.

Almería: El Porvenir. Periódico carlista que apareció en 1870. La Juventud Católica. Periódico carlista que apareció en 1870. El Observador. Periódico carlista que apareció en noviembre de 1869. Dejó de publicarse en 1872. El Cruzado. Periódico carlista que apareció en 1873. El Vadeador. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Lealtad. Periódico carlista que apareció en 1871. Su director fue Jerónimo Gener Irribarne.

Antequera: La Convicción. Periódico carlista que apareció en 1870.

Astorga: El Propagador de la fe. Periódico carlista que apareció en 1870. Su director fue Ángel Anitua. Dejó de publicarse en 1872 al fallecer su director.

Ávila: La Bandera Castellana. Periódico carlista que apareció en 1870. El León de Castilla. Periódico carlista que apareció en 1870. La Bandera Carlista. Periódico carlista que apareció el 1de abril de 1869.

Badajoz: El Centinela. Periódico carlistas que apareció el 4 de noviembre de 1868. Dejó de publicarse el 30 de enero de 1869.

Barbastro: La Cruz de Sobrarbe. Periódico carlista que apareció en 1869. Su director fue el presbítero Mariano Casanova Sanz.

Barcelona: El Bien de España. Periódico carlista que apareció en 1869. La Convicción. Diario carlista que apareció en 1868. Dejó de publicarse en 1873. Su director fue Luis María Llauder. Colaboraron el general Moore y Francisco Melgar. El Ermitaño. Periódico carlista que apareció en 1871. La Margarita. Periódico carlista que apareció el 7 de mayo de 1870. Dejó de publicarse el 17 de septiembre de 1870. Se convirtió en el Eco de la Juventud Carlista de Barcelona. Semanario impreso por Luis Tasso. 4 páginas. El Látigo. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. El Sacristán. Periódico carlista que apareció en octubre de 1870. Dejó de publicarse en noviembre del mismo año. El Zurriago. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Espada de Bernardo. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. Lo Mestre Titas. Periódico carlista que apareció en 1868. Dejó de publicarse en 1872. En total aparecieron 176 números. La Revista Popular. Periódico ilustrado que apareció en 1871. Dejó de publicarse en 1928. Fueron sus fundadores Félix Sardá y Salvany y Guillén J. de Guillén García. De aparición semanal. Se declaró antiliberal aunque nunca se declaró abiertamente carlista. En su última época fue integrista. El Nuevo Pelayo. Periódico carlista legitimista. Apareció el 4 de agosto de 1872. Dejó de publicarse el 13 de julio de 1873. En total aparecieron 51 números con grabados. Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Imprenta de C. Miró, calle de Barberá, número 12. Dirigido por El Sanabrés. Colaboraron: Antonio María Godró, Leopoldo Vázquez, Doctor Sagita, Torrens y Vidal, Rodríguez, Molina, Ráfols, Señorita Rosalía, rompe y Rasga, El de siempre, Un Carcunda. 95 páginas. La Lealtad. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Trompeta. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Juventud Católica. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. Suponemos que, tal vez, se refiere a un boletín que apareció en Sabadell en 1871. El Zuavo del Papa. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. Las Bolas de la Semana. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. El Amigo del Pueblo. Periódico carlista que apareció en 1872. Fue fundado por Francisco Farreras y Mas. El Bien del País. Periódico carlista que apareció en agosto de 1869. Lo Crit de la Patria. Periódico carlista escrito en catalán que apareció el 25 de noviembre de 1871. No confundir con el que fundó Francisco de Paula Oller en 1883. Don Quijote. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. El Honor Catalán. Periódico carlista que apareció en 1872. Fundado por Juan Vidal de Llobatera. La Revista Católica. Periódico carlista que apareció en 1868. Después evolucionó hacia el integrismo. La Voz de España. Periódico carlista que apareció en febrero de 1869. El Estandarte Católico Monárquico, llevaba como lema: En el campo del honor. Se convirtió en el órgano oficial carlista en Cataluña. Empezó a publicarse el 1 de diciembre del 1873. Cesó su publicación el 14 de noviembre del 1874. En total aparecieron 51 números. Se imprimió primeramente en Prats de Llusanés y luego en Vidrá. Fundado por Juan Vidal de Llobatera. El Boletín de la Guerra. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. El Eco de la Montaña. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Bilbao: El Euskalduna. Periódico carlista que apareció en 1868. Dejó de publicarse en 1871. Fue fundado por Tiburcio de Astuy y redactado por Arístides de Artiñano y Zuricalday.

Burgos: El Castellano Viejo. Periódico religioso monárquico. Apareció en enero de 1869. Cesó el mismo mes por encarcelamiento de su director, Felipe de Urquijo.

Cádiz: La Monarquía Tradicional. Periódico carlista que apareció en 1870. Dejó de publicarse en 1873.

Cartagena: El Amigo de la Juventud. Periódico carlista que apareció en 1870. El Látigo. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Castellón: La Lealtad del Maestrazgo. Periódico católico-monárquico de Castellón. Se publicaba los miércoles y sábados. Apareció el 2 de marzo de 1870. Dejó de publicarse el 25 de abril de 1872. Dirigido por Juan Bautista Vilarroig. Imprenta de Rovira Hermanos. 4 páginas. Formato de 40 x 30. El Leal Maestrazgo. Semanario carlista que apareció en 1868. Es el primer periódico que apareció después de la revolución de septiembre de 1868. Su director y fundador fue Juan Bautista Vilaroya. La Voz del Pueblo. Periódico carlista que apareció en diciembre de 1868.

Córdoba: El Mediodía. Periódico carlista que apareció el 1 de enero de 1870. El Legitimista. Periódico carlista que apareció en 1873. Fue suspendido por Castelar. El Antídoto. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Tradición. Periódico carlista que apareció en agosto de 1869.

Ciudad Real: La Atalaya de Ciudad Real. Periódico carlista que apareció en 1870. El Legitimista Manchego. Periódico carlista que apareció en enero de 1872 y dejó de publicarse en abril del mismo año. Dirigido por Antonio Z. Vázquez.

Ciudadela: El Porvenir. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Cuenca: La Juventud Católica. Periódico carlista que apareció el 1 de diciembre de 1868: Dejó de publicarse en marzo de 1869. La Honda de David. Periódico católico, jocoserio y contundente. Imprenta Gómez. Se publicó cinco días al mes a partir del 1º de junio de 1869.

Estepa: El Rayo. Periódico carlista que apareció en 1870.

El Ferrol: La Voz Católica. Periódico carlista que apareció en 1870. El Católico. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Juventud Católica. Periódico carlista que apareció en julio de 1869. Dejó de publicarse en octubre como consecuencia de la persecución que sufrió.

Gerona: El Norte de Gerona. Diario católico-monárquico. Apareció en Gerona a primeros de diciembre de 1868. Fue suspendido el 14 de octubre de 1868. Su director era Carlos Quera, el cual fue encarcelado el 14 de enero de 1869 por gritar: ¡Viva Carlos VII! en presencia del gobernador. Lo sustituyó El Restaurador. El Restaurador. Periódico carlista que apareció el 15 de octubre de 1869, en sustitución de El Norte de Gerona. El Norte. Periódico carlista que apareció el 16 de octubre de 1869 en sustitución de El Restaurador.

Granada: La Alhambra. Periódico carlista que apareció en 1868. Colaboraron: Juan Manuel Ortí y Lara, Aurelio Fernández Guerra, Antonio Afán de Ribera. La Esperanza del Pueblo. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. El Bien. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Juventud Católica. Periódico carlista que apareció el 1 de marzo de 1869.

Guadalajara: El Católico Alcarreño. Periódico carlista que apareció en 1870.

Huesca: La Bandera de Alcoraz. Órgano de la Junta Carlista del Alto Aragón. Apareció en enero de 1870. Dejó de publicarse en 1872 por orden gubernativa. Imprenta y Librería de José Iglesias. Colaboraron: Francisco Bescós, Sixto Vilas, Mariano Claver y bueno. La Verdad. Periódico carlista. Se convirtió en el órgano de la Juventud Carlista. Apareció el 15 de enero de 1870.

Jaén: El Orden. Periódico carlista que apareció en 1870. Era su redactor Manuel Celis Moreno. La Verdad Católica. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Voz de España. Periódico carlista que apareció en 1870. La Fe Católica. Periódico carlista que apareció en 1870.

Játiva: El Eco Setabense. Periódico carlista que apareció en 1870.

Jerez: La Bandera Católica. Periódico carlista que apareció en 1870. El Alcorán. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Las Palmas: El Triunfo. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

León: La Voz del Patriotismo. Periódico carlista que apareció en noviembre de 1868. Dejó de publicarse en enero de 1869. La Tradición. Periódico carlista que apareció en 1870.

Lérida: La Voz de Lérida Católica. Periódico carlista que apareció el 1 de enero de 1869. La Luz Católica. Semanario carlista que apareció en Lérida en 1870.

Lugo: La Boina. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Paz. Periódico carlista que apareció en 1869. Dejó de publicarse en 1874. Su director fue Manuel Pardo Domínguez. La Fe. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. El Diario de Lugo. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Madrid: La Legitimidad. Periódico carlista que apareció en 1869. Dejó de publicarse en octubre de ese mismo año. Imprenta de Anastasio Moreno. 4 páginas, 62 x 44. El Legitimista Español. Periódico carlista que apareció en noviembre de 1869. Su director fue Cruz Ochoa. La Voz de España Católica. Periódico carlista que apareció en noviembre de 1868. Dejó de publicarse en mayo de 1869. El Pendón Español. Periódico carlista que apareció el 10 de abril de 1870 Dejó de publicarse en julio de 1870, como consecuencia de los sucesos ocurridos en el Casino Carlista de Madrid. El Gato. Periódico anti-revolucionario que apareció el 19 de noviembre de 1868. Dejó de publicarse el 30 de abril de 1870. Llevaba el subtítulo: Muere y araña los días 5, 10 15, 20, 25 y 30 de cada mes. Redactado por Eduardo Hano Bustillo. Imprenta de J. E. Morete. 4 páginas, 43 x 30. Altar y Trono. Revista hispano-americana. Apareció el 1 de mayo de 1869. Fundada por Juan González Medel y Juan Antonio Vildósola. Su director fue Valentín Gómez. Colaboraron: Monescillo y Viso, Melgar, Enrique del Castillo y Alba, Robustiano Armiño de Cuesta, Fr. Magín Ferrer, Juan González, Valentín Gómez, Domingo Hevia, Ramón Vinader, Vicente de la fuente, Luis Echevarría. La Libertad Cristiana. Periódico en su origen carlista, apareció el 1 de noviembre de 1868. Dejó de publicarse en 1869. Fundado por Agustín Crespi de Valldaura y Caro, conde de Orgaz. La Margarita. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. Quizás se refiera a: Álbum de las señoras católico-monárquicas, que apareció entre 1871 a 1872. El Papelito. Periódico carlista que apareció en marzo de 1868. Dejó de publicarse el 29 de enero de 1871. Llevaba el subtítulo: Periódico para reír y llorar, oficial, de partido, ilustrado y universal. Imprenta de M. Tello. Fundado por José María del Castillo. El Rigoleto. Periódico satírico carlista que apareció el 1 de diciembre de 1869. Dejó de publicarse a finales de 1872. Fue su director Leandro Ángel Herrero. Imprenta de R. Vicente y en la de J. J. de las Heras. 4 páginas, 43 x 31. La Lira de la Esperanza. Periódico carlista que apareció en 1871. Los Puntos Negros. Periódico carlista que apareció en 1868. El Nuevo Papelito. Periódico carlista que apareció el 23 de febrero de 1871. El Apagador. Semanario carlista que apareció el 19 de noviembre de 187. Dejó de publicarse el 5 de octubre de 1873. Imprenta de Gregorio Estrada. 4 páginas. La Reconquista. Periódico carlista que apareció el 1 de diciembre de 1871. Dejó de publicarse el 31 de diciembre de 1872. Su director fue Francisco Martín Melgar. Imprenta de López Vizcaíno. 4 páginas, 47 x 32. La Verdad. Periódico carlista que apareció en 1873 en sustitución de La Verdad de la Guerra. Clandestino. Redactado por Juan Alonso. El Trueno Gordo. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Pitita. Periódico carlista que apareció en 1873. Llevaba el subtítulo: Periódico oscurantista. Una pitada semanal. Zurribanda dominguera. Año del hambre. Siglo del petróleo. Época de los pimientos morrones. 4 páginas, 41 x 30. El Atizador. Semanario carlista que apareció el 14 de octubre de 1873. Imprenta de Diego Valero. Fue suspendido por Castelar. La Bandera Blanca. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Bandera Carlista. Periódico clandestino que apareció el 16 de septiembre de 1876. Sólo se publicaron tres números. El Amigo del Pueblo. Periódico carlista aparecido en 1869. El Carlista. Periódico carlista y monárquico puro. Apareció el 2 de diciembre de 1870. Sólo se publicaron 3 números. Imprenta de El Secretario. 4 páginas. La Carmañola. Periódico carlista que apareció el 15 de febrero de 1870 para defender la obra teatral La Carmañola de Ramón Nocedal. Sólo apareció un número. La Carta Blanca. Periódico carlista que apareció el 11 de octubre de 1870. Dejó de publicarse el 28 de diciembre de 1870. Imprenta de G. Hernández. 4 páginas. El Cencerro. Periódico carlista que apareció el 5 de diciembre de 1869. Dejó de publicarse en 1931. El Correo Carlista. Periódico clandestino carlista que apareció en junio de 1874. Dejó de publicarse en agosto de 1874. Su redactor fue Juan Alonso. El Correo de España. Periódico carlista que apareció en 1875. El Correo de Madrid. Periódico carlista que apareció en 1875. El Despertador. Periódico carlista que apareció en 1868. La Dinastía Popular. Periódico carlista que apareció el 11 de enero de 1872. La España Nueva. Periódico católico-monárquico que apareció en 1871. El Gallo. Periódico anti-revolucionario que apareció el 6 de junio de 1870. Su director fue Alfredo Rodríguez. Imprenta de J. J. de las Heras. 4 páginas. La Gorda. Periódico carlista que apareció el 10 de noviembre de 1868 para combatir a La Gorda, esto es, la Revolución de septiembre de 1868. Dejó de publicarse el 30 de junio de 1870. Su director fue Vicente A. Martínez y José Amírola. La Iglesia. Periódico político y religioso dedicado a cuestiones doctrinales y dogmáticas. Apareció el 10 de enero de 1869. Dejó de publicarse en junio de 1869. Estuvo redactado por los presbíteros Guillermo Guglielmi y Domingo Hevia. Imprenta de J. E. Morate. 4 páginas. La Lealtad Española. Periódico carlista que apareció el 22 de enero. Dejó de publicarse el 6 de junio de 1870. La Mano Oculta. Periódico carlista satírico. Apareció el 10 de enero de 1869. Dejó de publicarse el 11 de julio de 1869. El Nuevo Combate. Periódico carlista que apareció el 29 de diciembre de 1870. El Sentido Común. Periódico carlista, independiente y católico que apareció en 1870. 4 páginas. Las Siete Plagas. Periódico carlista que apareció el 1 de abril de 1870. Dejó de publicarse ese mismo año. Imprenta de J. Rodríguez. 4 páginas, 39 x 24. La voz de la España Católica. Periódico carlista que apareció en noviembre de 1868. Dejó de publicarse en mayo de 1869. Sustituyó a La Voz del Sacerdocio. El 18 de junio de 1870 volvió a imprimirse. La Voz del Sacerdocio. Periódico carlista que apareció el 1 de noviembre de 1868. Imprenta de Tello. Al aparecer el 5º número cambió de nombre por el de: La Voz de la España Católica. La Bandera Española. Periódico católico-monárquico. Madrid. Imprenta de J. Fernández, Imprenta Española, 1870, gran folio. Periódico carlista. Apareció el 18 de febrero de 1870. Dejó de publicarse el 22 de julio de 1870. Su director era el presbítero Joaquín Bancano Caballero. La Ciudad de Dios. Revista católica, científica, literaria y artística. Fundada por el obispo de Segorbe, Francisco de Asís Aguilar, inició su andadura en Madrid en 1870. Destacaron Manuel Ortí y Lara y Ceferino González, posteriormente arzobispo primado de Toledo. El Fraile. Gran colección de meditaciones, epístolas, coloquios, jaculatorias, correazos, canto llano, solfeo, vísperas y maitines; con retratos, paisajes y grupos de animales, tomados del natural. Por el Reverendo Padre Fray Cándido Medinilla. Era un periódico carlista satírico dirigido por Ildefonso Antonio Bermejo, que utilizaba el seudónimo de Fray Cándido Medinilla. Apareció el viernes 1 de octubre de 1869. Dejó de publicarse el viernes 5 de agosto de 1870. En total aparecieron 45 números y 2 suplementos. La Fidelidad. Diario católico monárquico. Apareció el 16 de noviembre de 1869. Dirigido por José María Benítez Caballero. Imprenta de J. E. Moreto. Cesó en 1870 y su director se expatrió a París donde falleció.

Mahón: La Verdad. Periódico carlista que apareció en 1870. La Aurora. Periódico carlista que apareció en 1870. La Crónica de Menorca. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Málaga: La Orden. Periódico carlista que apareció en 1871.

Palma de Mallorca: La Almudaina. Periódico carlista que apareció en 1871. El Cruzado. Periódico carlista que apareció en diciembre de 1869. Su director fue Damián Isern. La Unidad Católica de Baleares. Periódico carlista que apareció en febrero de 1869. Su director fue Damián Isern. La Honda Carlista. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Monarquía Tradicional. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Manresa: El Batallador Legitimista. Periódico carlista aparecido en 1869. El Eco del Bruch. Periódico católico-monárquico. Apareció el 10 de julio de 1869 en Manresa. Semanal. 5 páginas a 3 columnas. Dejó de publicarse en 1872. El Faro Manresano. Periódico carlista que apareció en abril de 1869. Dejó de publicarse el 21 de octubre de 1869, como consecuencia de la insurrección republicana.

Murcia: El Buen Deseo. Periódico carlista que apareció en 1868. Fue suspendido en 1869. La Juventud Católica. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Bandera Murciana. Periódico carlista que apareció el 7 de enero de 1873. Dejó de publicarse en junio de ese año.

Pamplona: La Voz de España. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Orense: La Voz del País. Periódico carlista que apareció en 1870. La Nacionalidad. Periódico carlista que apareció en 1870.

Oviedo: La Unidad. Periódico carlista que apareció en 1869. Continuaba publicándose en junio de 1872. Su fundador fue Guillermo de Estrada.

Palencia: El Campesino. Periódico religioso-monárquico que apareció en diciembre de 1868. Fue su director Luis Belestá. La Unidad Católica. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Propaganda Católica. Periódico carlista que apareció el 7 de marzo de 1869. En su última etapa dejó de ser carlista para quedar meramente en un periódico católico.

Peñaplata: El Cuartel Real. Periódico oficial de la corte de Carlos VII. Se imprimió desde 1873 a 1876. Lo fundó Salvador Morales. En un primer momento se imprimió en Peñaplata, posteriormente se hizo en Estella y Tolosa. Constaba de 2 páginas. Sus secciones eran: Sección oficial que encabezaba todos los números con estas líneas: “S. M. el Rey N. S. (q. D. G.) continúa sin novedad al frente de su leal y valeroso Ejército. S. M. la Reina y sus augustos hijos continúan también sin novedad en su importante salud”. Disposiciones oficiales. Sección no oficial compuesta de artículos sobre temas de actualidad. Correspondencia con cartas de los pueblos. Despachos telegráficos. Correspondencia y noticias.

Salamanca: El Mancebo. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Juventud Católica. Periódico carlista que apareció en 1870. España con Honra. Periódico carlista que apareció en 1870. El Despertador. Periódico carlista que apareció en 1868. El Católico Salmantino. Periódico carlista publicado en Salamanca en 1870. Los Macabeos. Periódico católico monárquico que apareció a finales de 1868. Dejó de publicarse en febrero de 1869.
Santander: La Monarquía Tradicional. Periódico carlista que apareció en 1869. Fueron redactores: Fernando Fernández de Velasco, Máximo Díaz de Quijano, Manuel Ortiz Viernas.

Santiago: El Compostelano. Periódico carlista que apareció en 1870. El Propagandista. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. La Patria. Periódico carlista que apareció agosto de 1869. Dejó de publicarse en octubre de 1869.

Segovia: El Verdadero Amigo del Pueblo. Periódico carlista que apareció en 1869. Dejó de publicarse en 1870. Lo dirigieron: Félix Lázaro García y Carlos de Lecea y García. La Lealtad Española. Periódico carlista que apareció en 1870.

Sevilla: La Nana. Periódico carlista que apareció en 1868. La Boina. Periódico carlista que apareció el 3 de julio de 1870. Dejó de publicarse en 1870. Llevaba como subtítulo: Pesadilla liberal. Fueron redactores: Juan de la Rosa, Juan Carmona, José Vázquez Ruiz. La Semana Católica. Revista de ciencias eclesiásticas y literatura religiosa. Apareció en 1873. Dejó de publicarse en 1877. El Desengaño. Periódico carlista que apareció en 1873. El Poniente. Periódico carlista que apareció en octubre de 1869. Fue suspendido, a los pocos días, por el capitán general. El Rayo. Periódico carlista que apareció en 1870. El Oriente. Diario político religioso. Apareció en Sevilla el 1º de abril de 1869. Fue suspendido en octubre de ese año y reapareció en diciembre. Cesó definitivamente el 5 de mayo de 1875. Su director fue el doctor Trilles y Noguerol, posteriormente lo sustituyó Ventura Camacho.

Soria: El Eco de Numancia. Periódico carlista que apareció en 1870. Lo dirigió Domingo Hevia.

Teruel: La Solución. Periódico carlista que apareció en agosto de 1870.

Toledo: El Faro Carlista. Periódico católico-monárquico que apareció el 10 de marzo de 1870. Se publicaba los días 5, 10, 20, 25 y 30 de cada mes. El Joven Católico. Periódico bisemanal que apareció el 4 de diciembre de 1868. Dejó de publicarse en marzo de 1869. Imprenta de José Cea.

Tortosa: La Voz de la Patria. Periódico carlista que aparecióel 1 de diciembre de 1869. El Amigo del Pueblo. Periódico carlista que apareció en 1871. Estaba redactado por el canónigo de Tortosa Jacinto Peñarroya. La Opinión. Periódico católico y carlista que apareció en 1868.

Tuy: La Juventud Católica. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Valencia: La Verdad. Periódico carlista que apareció el 20 de noviembre de 1868. Dejó de publicarse en septiembre de 1869. Su director fue Félix Zarranz y Beltrán. El Tradicional. Periódico carlista que apareció el 10 de octubre de 1869. Imprenta J. Guix y Vicente Daroqui. 4 páginas, 62 x 44. El redactor del periódico, Isidoro Moreno de la Vall fue condenado a 8 años de cárcel por injurias a Amadeo de Saboya. El Legitimista del Turia. Periódico carlista que apareció el 17 de mayo de 1871. Sólo aparecieron 2 números. El Corneta Carlista. Periódico carlista que apareció el 11 de mayo de 1871. Sólo se publicaron 4 o 5 números. Llevaba el siguiente subtítulo: ¡¡¡Apunten!!! Ta-ta-taa. La Corneta Carlista hará oír los toques de ordenanza según indique el bastón del jefe. Sonará el día que le dé la gana. 4 páginas. Imprenta de Vicente Daroqui. L’Ametralladora Carlista. Apareció el 17 de abril de 1871. Dejó de publicarse el 8 de junio de 1871. Llevaba el siguiente subtítulo: Periódic satiric, llechetimiste, Tradicionalist, católic-monárquic hasta la pared frontera. Cuatre descárregues al mes. Deu, Patria y Rey. Su responsable era Enrique Martí y Franch. Su otro director, Honorato Iteren fue procesado por injurias a Amadeo de Saboya. Imprenta de J. Guix. Escrito en valenciano. El Católico. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. A la Piu. Periódico carlista. Con el subtítulo: Periódic carlista hasta la pared frontera. Eixirá cuant me done la gana. Sólo apareció un número, 8 de marzo de 1872. Imprenta de Vicente Daroqui. 4 páginas. La Boina. Semanario satírico carlista que apareció el 15 de marzo de 1871. La Farsa. Periódico carlista que apareció el 11 de febrero de 1872. Satírico. Imprenta de S. Amargós. La Ilustración Popular Económica. Periódico carlista que apareció el 10 de agosto de 1869. Dejó de publicarse en 1886. Fueron sus directores: Agustín López y José María Settier. 4 páginas, 32 x 21. Imprenta de José María Ayoldi. El Semanario Económico Popular. Periódico carlista que apareció en marzo de 1871. Era su director y propietario Agustín López.

Valladolid: La Bandera Española. Periódico que apareció el 16 de enero de 1868: Dejó de publicarse el 28 de agosto de 1869. Llevaba el subtítulo: Unidad católica. Monarquía tradicional. En total aparecieron 96 números. Imprenta Gaviria. El Clamor de Castilla. Periódico carlista que apareció en 1870. La Bandera Católica. Periódico carlista que apareció en 1869. El Bien Público. Periódico carlista que apareció en 1869, con un solo número que fue destruido por unos atracadores. Su director fue: Damián Ruiz. El Trueno Gordo. Periódico carlista que apareció en 1869.

Vic: La Monarquía Católica. Semanario carlista que apareció en 1869. La Patria. Semanario carlista que apareció en 1869. Dejó de publicarse en 1872. Se publicaron 180 números. Su director fue Jacinto de Maciá. El Domingo. Periódico carlista que apareció en 1869. Se publicaron 311 números. El Bien Público. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Vigo: La Oliva. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia.

Villanueva y la Geltrú: El Criterio. Periódico carlista que apareció en 1869. Dejó de publicarse en 1870.

Vitoria: La Buena Causa. Periódico carlista que apareció en 1870. Su director fue Antonio de Valbuena. El Escudo Católico. Periódico carlista que apareció en 1869.
Zamora: El Eco de Viriato. Periódico católico-monárquico-carlista que apareció el 27 de abril de 1870. Dejó de publicarse ese mismo año. Imprenta Vda. e hijos de Vallecillo. La Perseverancia. Periódico carlista que apareció en 1869. Dirigido por Ramón Esparza.

Zaragoza: La Concordia. Periódico carlista que apareció en 1870. El Papelito Aragonés. Semanario carlista que apareció en enero de 1871. Dejó de publicarse en febrero del mismo año. Llevaba como subtítulo: Periódico que da pan y palo. Fue dirigido por Salvador Morales y Pascual Ripoll García. Imprenta propia, 4 páginas, 33 x 24. La Batalla. Mencionado en el Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874. Jaime del Burgo no lo nombra. Desconocemos su verdadera existencia. El Noticiero. Periódico carlista que apareció en enero de 1869. Dejó de publicarse el mismo mes víctima de la persecución. Sustituyó a La Perseverancia. El Pilar. Periódico fundado por la Juventud Católica para defender la unidad católica y la monarquía tradicional. Apareció en 1869. Dejó de publicarse al año siguiente.

Zumárraga: La Boina Blanca. Periódico carlista que apareció en 1871.

César Alcalá
Doctor en Historia


Notas

Almanaque de El Nuevo Pelayo para 1874 dirigido por El Sanabrés. Año I. Barcelona. Imprenta de C. Miró, calle de Barberá, número 12. 1874.
BURGO, Jaime del: Bibliografía del siglo XIX. Guerras Carlistas, Luchas Políticas. Pamplona, 1978.

Morteruelo

Morteruelo. Libro de Sent Soví. Año 1324 (Cap. XXXVII)

Si quieres hacer morteruelo, prepara un buen caldo de carnero y de gallina. Después toma los muslos del carnero poco cocidos y troceados muy finos por la parte magra, y tocino gordo, cerdo fresco y pan rallado, en tanta cantidad o un poco menos que la carne. Y ponlo a hervir en una olla con caldo graso. Y cuando ya esté espeso, sazónalo con sal y quítalo del fuego. Toma huevos batidos, a razón de dos por escudilla, con morteruelo, y ponlo todo bien mezclado. Y espolvorea azafrán para que tome color.

Igualmente, si quieres hacer morteruelo de caldo de gallina y de leche de almendras, procura además que el caldo esté cocido; después toma las gallinas y ponlas a cocer junto con el tocino. Si lo preparas para una sola persona sana, puedes añadir carnero y cerdo, y ponlo a hervir con leche de almendras tal como se ha indicado antes.

Lo rey d’Aragó, nostre senyor!

Desde el origen de la nación catalana la historia se ha empeñado sistemáticamente en demostrar, documentar y difundir la existencia de dicha nación desde todas las vías posibles con la intención de ir cambiando poquito a poco el contexto histórico real por uno falseado. Por supuesto, cuando nos referimos al origen de la nación catalana nos remontamos tan sólo al siglo XIX, cuando la historiografía romántico-nacionalista comenzó a forjar un nuevo relato histórico con base en esa supuesta nación milenaria. A partir de esa fecha es cuando debe datarse el invento de la nación catalana, antes resulta imposible.

Esa narración decimonónica, a veces más próxima a la literatura que a un relato científico, se encargó de difundir una historia en la que sus protagonistas tenían unos papeles muy determinados. Se dibujó una ficción de buenos y malos, de amigos y enemigos, que encasillaba a los personajes. Algunos fueron ensalzados por su participación activa en la defensa de la supuesta nación catalana; otros, en cambio, fueron menospreciados simplemente para que la historia tuviera un sentido (me refiero a la historia romántico-nacionalista, evidentemente). Estamos ante un reparto de papeles bastante injusto por su simplicidad, pero que responde a la necesidad de adecuar el pasado al argumentario nacionalista, cambiando u omitiendo aquello que dificulta la justificación de sus tesis.

En esta nueva construcción histórica, una de las figuras más perjudicadas ha sido la del rey de Aragón. Simplemente porque reconocer su superioridad política, al ser la cabeza de los reinos que conformaban su corona, impedía la presencia, al mismo tiempo, de una nación soberana e independiente como la imaginada nación catalana. Por esta razón, el título de rey de Aragón ha sufrido una degradación de estatus de manera paulatina. Ciertamente, en los albores de la nación catalana (me sigo refiriendo al siglo XIX), los reyes de Aragón pasaron a tener el título de “comte-reis”. Esta denominación tenía la finalidad de igualar el título de rey de Aragón al de conde de Barcelona, dos títulos en el mismo nivel jerárquico, para esconder la dependencia del territorio catalán a la figura del rey de Aragón. Esta equiparación ya de por sí es un grave error, puesto que por jerarquía el título regio siempre está por encima de cualquier otro, aunque sea el de un conde soberano. Posteriormente, y para que no hubiera ninguna duda de la condición política de Cataluña, la mejor solución pasaba por inventarse la figura del rey. Por esta razón nacían los reyes de Cataluña-Aragón como única solución para borrar definitivamente los lazos de dependencia del territorio catalán a la potestad del rey de Aragón, el titular del reino. Y el rey de Aragón comenzaba a simultanear las dos coronas, aunque otorgando cierta superioridad al falso título de rey de Cataluña al anteponerse siempre en la titulación.

Esta falsa historia, a la que unos llaman revisión, pero se aproxima más a una invención, el rey de Aragón pierde parte de su dignidad y de su potestad, pasando a un segundo plano porque su superioridad jerárquica imposibilita la existencia de la nación catalana. Pero desmentir este nuevo relato resulta bastante sencillo, basta con acercarnos a las crónicas catalanas, obras de referencia de la literatura medieval, para intentar comprender nuestro pasado desde la visión de sus protagonistas. Uno de los autores de las cuatro grandes crónicas fue Ramón Muntaner, un ampurdanés que vivió entre los siglos XIII y XIV, quien dejó por escrito su vida y sus expediciones al servicio del rey de Aragón. Por supuesto, desde la historiografía nacionalista se han apropiado de la figura de Muntaner, llegando a afirmar que escribía como un verdadero nacionalista, en esa afición por aplicar términos modernos a épocas en las que no existían esos conceptos.

Por el contrario, leer a Muntaner es comprender parte de la conciencia medieval de la sociedad, mucho más cosmopolita, si se me permite la expresión. En la introducción de su obra avisa que “aquest llibre fa honor de Deú e de l’alt casal d’Aragó”, porque ésa era parte de su intención, ensalzar al rey de Aragón, como su señor y representante del casal aragonés que abarcaba todos los reinos y territorios que de él dependían, entre los que se encontraba el condado de Barcelona. Al pasar las páginas vemos que el rey siempre es nombrado como rei d’Aragó, sin más títulos, y que los caballeros, tanto aragoneses como catalanes, luchaban al grito de: Aragó, Aragó!, porque estaban al servicio del monarca aragonés. Mientras, el rey en Cataluña se coronaba con los títulos propios: comte de Barcelona e senyor de tota Catalunya. El relato de Muntaner, aunque pueda contener episodios fantasiosos y exagerados, refleja fielmente la concepción social de su época en la que el máximo señor, en esas relaciones vasalláticas medievales, era el rey de Aragón y a él debían rendirle homenaje.

Por desgracia, la historia está secuestrada por el nacionalismo desde hace muchas décadas, adecuando el relato a su ideología mediante mentiras y tergiversaciones y contando con múltiples herramientas de difusión gracias al mecenazgo de las instituciones públicas. En este caso el perjudicado ha sido el rey de Aragón porque reconocer el verdadero papel que jugó en la historia de la Corona de Aragón supone, automáticamente, negar parte de los argumentos históricos defendidos por las tesis nacionalistas. Aunque no es el único, muchos otros han sufrido el destierro histórico al no cumplir los requisitos exigidos para formar parte de la nueva historia nacional. Pero no nos engañemos, falsear la historia es deshonrar nuestro pasado, por eso debemos devolver a los personajes a su lugar correspondiente, al que realmente deben ocupar en la historia. Respetar nuestro pasado, es aceptar nuestro presente.

Vera-Cruz Miranda
Doctora en Historia

Recuperar el espíritu de Capmany

El omnipresente y destructivo proceso nacionalista, que venimos padeciendo de una manera acelerada desde hace ya varios años, contagia de ideología todo aquello que moralmente debería permanecer aséptico. Entre otros, el ámbito de la historia se ha visto seriamente afectado por esta contaminación provocando en la labor de algunos historiadores una falta de objetividad, de seriedad y de rigurosidad impropia de esta disciplina, cuyo cometido es ser capaz de narrar el pasado desde la mayor veracidad posible siempre con el respaldo de las fuentes.
La historia se ha convertido en un rehén más al servicio de la política separatista catalana, quien financia todo aquello que sea capaz de demostrar que fuimos la nación más antigua, más ejemplar y más avanzada de la historia. Por eso, para hacerse un hueco en el mundo de los historiadores al servicio de la causa es un requisito indispensable perder el seny y difundir la existencia de esa falsa nación catalana para colaborar en transformar el imaginario colectivo y adecuarlo a unos determinados intereses políticos. A partir de ahí se crea una mitología catalana, cada vez con más héroes y personajes inventados que vivieron en un pasado glorioso, épico y sublime que enlaza casi con la Atlántida. No importa que se falsee o se tergiverse, lo importante es que cumpla su cometido adoctrinador. Esto lleva irremediablemente a que aparezcan, además, una serie de personajes que deciden llamarse historiadores, pero no pasan de cuentacuentos, que se benefician de todo el entramado económico del “procés” bajo el manto de la cultura.
La difusión de esta falsa historia, a través de las instituciones públicas, museos, revistas y entidades culturales, invirtiendo medios y dinero de todos, perjudica enormemente la verdadera labor de los historiadores serios y rigurosos que antes de afirmar cualquier dato histórico se han pasado horas, incluso años, rebuscando en los archivos, consultando bibliografía, analizando detenidamente las fuentes para reconstruir nuestro pasado de la manera más objetiva posible. Una labor silenciada, y a su vez desprestigiada, simplemente porque no se ajusta a la corriente nacionalista que busca la justificación histórica de un delirio rupturista.
Por este motivo, muchos historiadores catalanes, los que defendemos el pasado tal y como fue, con sus luces y sus sombras, mostramos nuestro hartazgo ante la continua manipulación, tergiversación y falsificación de unos hechos, unos acontecimientos y unos personajes de nuestra historia con el único fin de adaptarse al relato separatista. La labor de los historiadores no debe estar al servicio de ningún ideario político porque en ese caso ya no puede considerarse historia. Creemos que se debe difundir la historia real, sin falsificar ni adulterar, porque es la única manera de poder comprender nuestro presente y ser honestos con nosotros mismos.
Antoni de Capmany, historiador y político de finales del siglo XVIII, afirmaba que los historiadores “deben siempre estribar en la verdad y realidad de las cosas para hacer sólida y útil la instrucción”. Creemos que ha llegado el momento de recuperar el espíritu de Capmany para que la historia veraz recupere, de una vez por todas, su lugar. Ésta va a ser la labor de muchos historiadores de Cataluña.

Vera-Cruz Miranda
Doctora en Historia

La falsa Corona Catalanoaragonesa

Hace unos días presentamos un informe sobre el adoctrinamiento en los libros de texto de historia de la ESO en Cataluña. En ellos aparecen repetida y erróneamente conceptos y términos que fueron creados durante la segunda mitad del siglo XIX con la finalidad de divulgar un relato histórico mitológico que justificara la existencia de una nación catalana.

Entre esos términos inventados y falseados el más recurrente es el de Corona catalanoaragonesa, acuñado en el año 1872 por Antonio de Bofarull en el título de una de sus obras, “La Confederación Catalanoaragonesa”. El término Corona de Aragón no satisfacía los delirios nacionalistas, puesto que suponía reconocer la preeminencia del rey y del reino de Aragón sobre los demás territorios, incluida Cataluña, que no tenía título de reino. Por tanto, para solucionar la realidad que incomoda, lo mejor es inventarse una nueva como el título de “comte-reis” para los reyes de Aragón, como aparece también en la misma la obra. Esta falsa denominación servía para igualar el título de rey de Aragón al de conde de Barcelona y así esconder la dependencia del territorio catalán a la figura del rey de Aragón.

Esta equiparación ya de por sí es un grave error, puesto que por jerarquía el título regio siempre está por encima de cualquier otro, y más todavía del de un conde. Posteriormente, y para que no hubiera ninguna duda de la condición política de Cataluña, la mejor solución pasaba por inventarse la figura del rey y sustituir el título de conde por el de rey. Por esta razón nacían los reyes de Cataluña-Aragón como única solución para borrar definitivamente los lazos de dependencia del territorio catalán a la potestad del rey de Aragón, el titular del reino. Y el rey de Aragón comenzaba a simultanear las dos coronas, aunque, encima, otorgando cierta superioridad al falso título de rey de Cataluña al anteponerse siempre al verdadero título: el de Aragón.

Estos inventos decimonónicos siguen vigentes en nuestros días, así que si analizamos muchos libros de texto catalanes, veremos como todos los reyes de Aragón son también reyes de Cataluña; mejor aún, primero son reyes del inexistente reino de Cataluña y luego de Aragón. Así tenemos a Jaume II de Catalunya-Aragó o Joan II de Catalunya-Aragó, reis de Catalunya-Aragó, por poner algún ejemplo. Las nuevas generaciones ya no estudian al rey emperador, Carlos I de España y V de Alemania, ahora ha pasado a ser Carles I de Catalunya-Aragó.

Esta ignorancia nacionalista podría curarse leyendo en las aulas a Ramon Muntaner (1265-1336), en cuya crónica avisa que “aquest llibre fa honor de Deú e de l’alt casal d’Aragó”, porque ésa era parte de su intención, ensalzar al rey de Aragón, como su señor y representante del casal aragonés que abarcaba todos los reinos y territorios que de él dependían, entre los que se encontraba el condado de Barcelona.

Al pasar las páginas vemos que el rey siempre es nombrado como rei d’Aragó, sin más títulos, y que los caballeros, tanto aragoneses como catalanes, luchaban al grito de: Aragó, Aragó!, porque estaban al servicio del monarca aragonés. Mientras, en Cataluña el rey se coronaba con los títulos propios: comte de Barcelona e senyor de tota Catalunya. El relato de Muntaner refleja fielmente la concepción social de su época en la que el máximo señor, en esas relaciones vasalláticas medievales, era el rey de Aragón y a él debían rendirle homenaje.

Estas líneas son un pequeño ejemplo del adoctrinamiento de la historia en Cataluña. Los libros de texto y las aulas fueron secuestradas por el nacionalismo hace ya muchas décadas, a pesar de que algunos pretendan mostrar sorpresa ante estas denuncias. No solo los nacionalistas tienen su culpa, los diferentes Gobiernos con su inacción o el no querer ver son cómplices y en parte responsables de que el adoctrinamiento campe a sus anchas por la educación catalana. Necesitamos que todo cambie y esperamos que sea pronto.

Vera-Cruz Miranda
Doctora en Historia