López Obrador y la conquista de México
“Apenas Cortés deje de ser un mito ahistórico y se convierta en lo que es realmente- un personaje histórico- los mexicanos podrán verse a sí mismos con una mirada más clara, generosa y serena” Octavio Paz
Toda conquista comporta inevitablemente violencias, atrocidades y matanzas sin cuento. Los grandes imperios nunca se construyeron pacíficamente, sino a sangre y fuego, dominando por la fuerza, con la espada o el cañón, a otros pueblos. España no fue en este sentido una excepción, como tampoco lo fue Roma hace más de veinte siglos. En la historia de España que nos han enseñado durante generaciones, Viriato, aquel “pastor lusitano”, era el héroe de la resistencia hispana frente al invasor y opresor, Y, sin embargo, ¿quién de nosotros no piensa hoy que, con su incorporación a Roma, Hispania no pasó, de constituir un conglomerado de tribus salvajes desunidas, a formar parte de un conjunto geográfico-cultural que estaba a la cabeza del mundo civilizado del hemisferio occidental?
Salvando las distancias en el tiempo y en el espacio, la conquista española de América, y más concretamente, la de Nueva España, como denominaron los españoles al antiguo México, tampoco estuvo exenta de todo tipo de atrocidades y matanzas.” En 2021 se cumplirán 500 años de la conquista de México-Technotitlán por Hernán Cortés, y el personaje sigue siendo objeto de polémica, ya sea para exaltarlo o para denostarlo. Y también periódicamente surge, como un eterno ritornelo la cuestión de que la ex potencia colonial pida “perdón” por las atrocidades que cometieron los conquistadores. En este sentido, se mencionan los casos de diversos países que pidieron perdón a sus antiguas colonias o a comunidades étnico-religiosas a las que persiguieron o intentaron exterminar.
Hace años, más concretamente en 1992, los medios se hicieron eco de una petición al rey de España, Juan Carlos I, de que pidiera “perdón” a los judíos por el decreto de expulsión de 1492. En su visita a la Sinagoga de Madrid el 31 de marzo de 1992, Juan Carlos I pronunció un discurso en el que lamentaba la intolerancia y el sectarismo religioso de siglos pasados y reconocía la gran aportación de los sefardíes a la cultura española y al mantenimiento del español (el “ladino”) en el mundo. De otro lado, en 2015, siendo Mariano Rajoy presidente del gobierno, las Cortes españolas aprobaron por unanimidad la ley 12/2015, por la que se reconocía la nacionalidad española a los judíos sefardíes. ¿No es acaso ésta una medida concreta mucho más reparadora que la de “pedir perdón”?
Siempre me ha parecido que eso de “pedir perdón” era un gesto, sin la menor trascendencia, únicamente para la galería, y que mucho más trascendental sería mantener con el país al que se pretende “desagraviar” unos estrechos vínculos de amistad y unos intercambios comerciales y culturales en condiciones de igualdad. Creo que juzgar con criterios de nuestro tiempo hechos ocurridos hace siglos y exigir del jefe del Estado actual que pida perdón por lo que hicieron sus antepasados en 1521, en este caso, el emperador Carlos V, es un gesto de pura demagogia, destinado fundamentalmente a ganar el favor de la población del país que sufrió antaño el supuesto “agravio”. En 1492, con motivo del V Centenario, Juan Carlos I, sin pedir expresamente perdón por la conquista de América, sí manifestó ya en más de una ocasión su pesar por las injusticias y agravios cometidos en esos tiempos.
Si el caso de México fue en el pasado y durante décadas el ejemplo de país americano más hostil a la acción de España en América- no hay más que ver los impresionantes murales de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o José Clemente Orozco sobre la conquista de México-, esta actitud de profunda animadversión parecía haberse atenuado con los años, en los que la investigación histórica se propuso abordar e interpretar los hechos sobre bases científicas, y no acomodándolos a intereses ajenos a la verdad histórica.
Matanzas hubo como en toda conquista, pero, como han demostrado las investigaciones basadas en fuentes fidedignas, la población indígena sufrió a lo largo del siglo XVI una serie de plagas y epidemias que la diezmaron. Los indios de América no estaban inmunizados contra ciertas pestilencias para las que no se conocían curas, y que, junto con las guerras y los trabajos excesivos, contribuyeron a su descenso espectacular. Ya en 1520, durante el asedio a México-Technotitlán, la primera plaga, la viruela, que causó en algunas provincias la muerte de la mitad de la población, incluida la muerte de Cuitléhuac, sucesor de Moctezuma antes de Cuauhtémoc. El padre Mendieta, citado por el historiador mexicano José Luis Martínez, enumera las incontables plagas que se abatieron sobre la población nativa: hacia 1531, el sarampión, que causó asimismo muchas muertes; en 1545, lo que los indios llamaban “cocoliztle , que pudiera ser una especie de influenza, de la que murieron en Tlaxcala 150.000 indios, y en Cholula, 100.000; en 1564 otra epidemia causó asimismo enorme mortandad; en 1576 y en 1588, una enfermedad que pudo haber sido el tifus, y, en 1595 y 1596, una epidemia de “sarampión, paperas y tabardillo” dejó poca gente con vida. Según el hispanista francés Pierre Chaunu, citado por José Luis Martínez, el “choque microbiano y viral” fue responsable en un 90% de la caída radical de la población india en el conjunto entonces conocido de América. De 80 millones en 1520 descendió a 10 millones en 1565-1570, lo que equivale a un hundimiento de la quinta parte de la humanidad de la época.
Si, para algunos, la acción de los conquistadores fue brutal y rapaz, y los autóctonos, unas víctimas, cuyo pasado y cultura se exalta e idealiza, otros presentan la conquista como una sucesión de hechos heroicos, que tuvieron como protagonista a Hernán Cortés, gracias a cuya victoria sobre pueblos bárbaros y sanguinarios, como los aztecas, los mexicanos pudieron incorporarse a la cultura y la civilización occidentales. Estas dos actitudes dominaron y siguen dominando la historiografía sobre la conquista de México, tanto entre los historiadores de la época- Francisco López de Gómara (pro-Cortés) y Bartolomé de las Casas (contra Cortés), como entre historiadores de nuestro tiempo: Eulalia Guzmán (contra Cortés) y Salvador de Madariaga (pro-Cortés).
Las posiciones apologéticas o condenatorias de la conquista difícilmente ayudarán a conocer mejor el pasado. Una vía intermedia consiste en ir a los documentos de los cronistas de la época que, junto con las investigaciones en diferentes archivos- fundamentalmente el Archivo General de la Nación de México y el Archivo de Indias, de Sevilla- contribuirán a un análisis e interpretación científica de los hechos.
Entre los cronistas de la época, cabe mencionar en primer lugar las Cartas de relación del propio Hernán Cortés, amén de otros documentos también de éste, como las Ordenanzas de gobierno, fundamentales para conocer la organización de la Nueva España; la Historia de la conquista de México, de Francisco López de Gómara, que, aunque nunca estuvo en las Indias, escribió su relato basándose en informaciones proporcionadas por el propio conquistador; y la Historia General de la conquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, en la que el autor, un simple soldado, sin denostar ni mucho menos a Hernán Cortés, considera la conquista como una obra colectiva, y no como las meras hazañas de un solo hombre.
Bernal Díaz del Castillo, a quien Carlos Fuentes califica de “primer novelista americano”, escribió su obra en 1568, cuando tenía unos ochenta y cuatro años , es decir, transcurridos casi cincuenta años de los hechos que narra. Construye su relato a base de recuerdos, de imágenes que quedaron grabadas para siempre en su mente de joven soldado, cuando participó en la conquista de México junto a Hernán Cortés. Magníficos son los retratos que Bernal Díaz del Castillo traza de Motecuhzoma (Moctezuma) y de Cuauhtémoc, y no lo son menos las descripciones que hace de la Noche Triste y de la posterior batalla de Otumba, en la que las fuerzas de Cortés, junto a sus aliados tlaxcaltecas, vencen a los aztecas. Como señala Carlos Fuentes, la descripción que hace el cronista de la entrada de él y sus compañeros en la capital azteca en 1519 es una “mezcla de historia y ficción”: “Nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís… y algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían, si era entre sueños”.
Junto a los relatos de la conquista hechos por españoles, tenemos también los testimonios de los vencidos, procedentes fundamentalmente de los pueblos azteca y maya. Consignados en códices y en relaciones escritas en náhualtl y en español, los testimonios aztecas más antiguos se encuentran en la parte final de la Relación de Tlatelolco de 1528, en la que describen el sitio y la rendición de México-Tenochtitlán. Relato impresionante, desgarrador, al que vienen a sumarse otros recogidos en el libro XII de la Historia General de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún, con versiones en náhuatl y en español, que nos dan una visión de los hechos desde el punto de vista de los nativos. Señalemos de pasada que no es muy común que el pueblo conquistador dé voz al pueblo vencido.
La gran reconciliación de México y España se produjo después de la guerra de 1936-39, cuando México acogió a miles de refugiados republicanos españoles. Desde que el 13 de junio de 1939 el barco Sinaia tocaba tierra en Veracruz fueron miles los exiliados españoles que México acogió, gracias a su presidente Lázaro Cárdenas, cuyo mandato se extendió de 1934 a 1940. A este primer barco siguieron otros que trasladaron hasta 1942 a la tierra de asilo que fue México a unos 25.000 españoles. De éstos, la inmigración intelectual representó aproximadamente un 25% del total.
El exilio republicano en México, con sus profesores universitarios en diversas ramas del saber- eminentes historiadores y juristas como Rafael Altamira y Wenceslao Roces- sus profesionales en diversas esferas de actividad- ingenieros, médicos, sus artistas y escritores- poetas como Luis Cernuda y León Felipe o novelistas como Max Aub-, filósofos como José Gaos-, contribuyó enormemente a enriquecer el nivel cultural del país, como así lo han reconocido sin excepción los diferentes gobernantes mexicanos que se han sucedido a la cabeza de la nación.
Por citar un ejemplo, el hoy famoso Colegio de México, uno de los centros de investigación más famosos del mundo de habla española, tuvo su origen en la Casa de España, en cuya creación participaron eximios representantes de los intelectuales republicanos españoles. Si el exilio republicano estará eternamente agradecido a México por su generosa acogida, México también lo está a los republicanos españoles por su importante contribución a la vida económica y cultural del país.
Como toda conquista, la de América comportó sin duda muchas atrocidades y matanzas, pero también es muy cierto que España dio a América una lengua que hoy hablan 600 millones de personas en el mundo, y que sirve a los diferentes pueblos indígenas de lengua vehicular para comunicarse. Como dijo Carlos Fuentes, “el castellano es la lengua franca de la indianidad americana”. El México actual tiene más de 130 millones de habitantes, de los cuales 11 millones son indígenas (casi el 10% de la población total), pertenecientes a 68 pueblos originarios.
Como toda conquista, la de América, comportó sin duda muchas atrocidades y matanzas, pero también es muy cierto que España dio a América las primeras universidades- la de San Marcos de Lima y la de México, ambas fundadas en 1551.
Como toda conquista, la de América comportó su duda muchas atrocidades y matanzas, pero también es muy cierto que España dio a América las Leyes de Indias, es decir la legislación destinada a regular la vida económica, política y social de los territorios de ultramar, incluidas las leyes que tenían por objeto otorgar derechos a la población indígena frente a los abusos que se estaban cometiendo.
Hoy día, el pueblo mexicano es fundamentalmente un pueblo mestizo, de español y de indio, aunque existen también importantes núcleos de población de origen ya sea español o de otros países europeos. Éste es el caso del actual presidente de México Andrés Manuel Obrador, vulgarmente conocido como AMLO, de origen español, más concretamente santanderino, y de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, de padre mexicano de origen español y madre chilena de origen alemán.
Después de transitar por diversas izquierdas, López Obrador fundó el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), que lo llevó a la presidencia e la nación en diciembre de 2018. Viudo de su primera esposa, se casó en octubre de 2006, en segundas nupcias, con Beatriz Gutiérrez Müller, periodista, escritora e investigadora. La figura de primera dama de México fue suprimida a instancias de la esposa del presidente López Obrador, por considerar que en México no debería haber mujeres de primera ni de segunda, siendo para ella lo importante ejercer de profesora universitaria y de investigadora. Beatriz Gutiérrez Mûller es autora de un trabajo de investigación sobre “El arte de la memoria en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, que pasó sin pena ni gloria, pues los tópicos sobre las brutalidades de la conquista no son nuevas y han servido, particularmente desde el siglo XIX, para alimentar el nacionalismo mexicano.
¿Por qué precisamente ahora el presidente mexicano ha sacado a relucir este mantra del “pedir perdón”? Cabrían muchas respuestas. No queremos creer, como han sostenido algunos medios españoles, que la razón principal radica en que la esposa de López Obrador buscaba desesperadamente darse a conocer como investigadora, sobre todo por su trabajo sobre la Historia verdadera de la conquista de Nueva España, y que la mejor manera de conseguirlo sería que México, por boca de su presidente, exigiera al rey de España “pedir perdón” por la conquista de América.
Otra explicación, más política, sería que López Obrador, dada su trayectoria de hombre de izquierdas, ante la proximidad de 2021, quinto centenario de la conquista de México en 1521, y del bicentenario de la independencia de México de España, en 1821, no podía dejar pasar la ocasión de hacer suya una petición que se suele considerar indisociable de todo político progresista. Aunque faltan dos años para 2021, la llegada de los españoles a la Nueva España se produjo en 1519. Pero hay cada vez más la convicción de que esta ocurrencia de López Obrador es sencillamente una cortina de humo para desviar la atención de toda una serie de temas incómodos para el gobierno, como la ley de reforma educativa y varios casos de corrupción.
A este respecto son interesantes las declaraciones de Jorge Chabat, analista de política exterior y profesor del Centro de Investigaciones y Docencia Económicas (CIDE) a propósito de la carta de López Obrador al rey de España. Para Chabat, la petición de López Obrador no va a tener un impacto importante. Lo considera más una anécdota que un tema trascendente. Se trata de un truco muy viejo de la política, pero sin efectos reales en la política del país.
A estas maniobras de diversión en el más puro estilo populista suelen recurrir muchos políticos cuando se encuentran con problemas interiores, a los que resulta difícil o complicado dar solución. Lo fácil es desviar la atención hacia temas polémicos, susceptibles de levantar pasiones. Pero hoy la gente no está ya por la labor, no está dispuesta a entrar en este juego, a dejarse embaucar con frases rimbombantes para ocultar los problemas y dificultades a que tiene que hacer frente en su vida cotidiana. La carta de López Obrador al rey. de España no tendrá mucho recorrido, y, como dice Jorge Chabat, no pasará de pura anécdota. Puede que de rebote la esposa de López Obrador se dé a conocer como investigadora.
BIBLIOGRAFÍA
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SAHAGÚN, Bernardino de (fray), Historia General de las cosas de Nueva España, Editorial Porrúa, México, 1989
Entrevista a Jorge Chabat:
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